Hasta hace unos 30.000 años el neandertal o troglodita vivía en tribus nómadas pequeñas que viajaban en busca de enclaves en los que se pudieran adaptar mejor a las condiciones externas. Su economía se basaba en la caza y recolección. Se considera que algunas de sus principales diferencias con el homo sapiens eran una menor capacidad intelectual y con limitaciones del habla. Aun hoy en día se debate su extinción, pero se considera que las continuas migraciones finalizaron en enfrentamientos con su predecesor en luchas por el hábitat y finalmente su especie desapareció por el cruzamiento con éste. Respondiendo a la propia teoría de la evolución.
Pero, ¿por qué perdieron la batalla por la supervivencia después de tantos miles de años? Las principales diferencias con el homo sapiens podríamos situarlas en el origen de una nueva forma de subsistencia, como ser la agricultura y cría de animales. Esta nueva economía limitaba las migraciones, dando origen al asentamiento de las primeras comunidades. Mucho más numerosas que simples tribus nómades. La nueva forma de coexistir en estas demandó un nuevo orden social; quién siembra acá, quién cosecha allá, de quiénes son estos animales y por su puesto el intercambio de bienes, no solo de pan vive el hombre…. Estos similares propósitos, estas nuevas formas de relacionamiento y los propios intereses y valores compartidos es lo que dio origen a la cultura del ser humano. Cultura que permitió el asentamiento, el camino hacia una convivencia civilizada y el progreso de las personas. Donde las escaramuzas y hostilidades fueron menguando, dando lugar a los acuerdos entre los miembros de la comunidad, tanto para la armonía como para la defensa de la identidad y bienes participados. Aquellos desvíos sobre los acuerdos no explícitos del grupo social eran dirimidos a través de sus propios miembros, principalmente los ancianos. ¿Quiénes mejor que aquellos que nos conocen de toda la vida para poder evaluar cuándo transgredimos las normas y acuerdos? ¿Quiénes mienten y pregonan objetivos espurios?
Los últimos tiempos, en nuestra gran comunidad llamada sociedad “civil” argentina, hemos asistido perplejos a una serie de eventos tristes y complejos. La muerte de Fernando Baez Sosa, el filicidio de Lucio Dupuy de 5 años, la muerte por golpes de la beba Milena Torres de solo 2 años el pasado 17 de enero en Merlo, estando su madre y su pareja imputados por tal crimen. La lista continúa…
Es claro que muchas de las diferentes instancias de las autoridades oficiales responsables para prevenir que estos crímenes hayan ocurrido, fallaron.
La aparición de las noticias de estos hechos en los principales medios periodísticos, algunas llamativamente más tardías que otras, nos informan de una serie de eventos concatenados donde diferentes agentes sociales no cumplieron con su deber, con su puesto de trabajo para el cual se postularon, asumieron una responsabilidad y por el cual cobran un sueldo.
Tan solo tomar el caso de Lucio Dupuy. Cuando la progenitora del niño, Magdalena Espósito Valenti, abandona a Lucio, la jueza interviniente, Ana Clara Pérez Ballester, accede al acuerdo que la madre hace con el padre, quien trabajaba y vivía en otra ciudad, otorgar la tenencia a los tíos paternos de este. Previo a otorgar esta tenencia (como corresponde) se somete a dicho matrimonio a todo tipo de pericia y análisis socioambientales.
Poco después, la progenitora comenzó a pedir la custodia argumentando que, a diferencia del pasado, ya tenía una casa y trabajo en Santa Rosa. Para lograrlo, presentó diferentes denuncias contra la familia paterna que la familia Dupuy asegura que eran falsas. Gracias a esto y sin ningún estudio previo por parte de la magistrada, como sí se realizaron para la tenencia previa con sus tíos paternos, dos años después se entregó a Lucio a su madre que anteriormente lo había abandonado y a su pareja. Algunos consideran que sin ningún estudio socio-ambiental, ni evaluación psicológica alguna, se institucionalizó el martirio de 15 meses de este niño, se empoderó la vejación, el maltrato, el odio de género y la muerte…
¿Por qué la misma jueza para otorgar la tenencia a los tíos paternos cumplió con sus funciones y no lo hizo para su restitución a la madre que en su momento abandonó al niño? ¿Por qué no se avanzó, a través de evidencias y pruebas en corroborar si eran ciertas las denuncias de la madre contra estos tíos que ella misma había acordado y se dio por cierto estas denuncias? Cada vez es más frecuente escuchar, por los que transitan estos tristes senderos, que en la justicia civil y de familia, el que pega primero, gana...!
¿Posibles motivos de los órganos oficiales a tan triste desenlace? Inoperancia, desidia, ausencia de empatía, sesgos, prejuicios, miedos… quién sabe. Lo que, si es cierto que hay una clara lejanía de muchos de estos jueces de la realidad individual y familiar de estas víctimas que, a diferencias de las antiguas comunidades de homo sapiens, donde eran los propios miembros y jefes de la tribu que se conocían desde sus propios nacimientos, tomaban las decisiones sobre tales conflictos. Hoy asistimos a un sistema judicial civil y familiar que lleva a que muchos jueces, desde una torre lejana, a través del intercambio de papelitos y sin interacción humana alguna, intercedan y decidan para bien o para mal sobre la célula de la sociedad, la familia.
Pero, ¿y la sociedad civil dónde está? No solo podemos detenernos en las autoridades judiciales, ¿qué sucedió con los docentes de Lucio Dupuy cuando asistía al establecimiento educativo, dónde se encontraba el sistema de salud de La Pampa luego de 5 intervenciones por lesiones de este niño, qué sucedió con el aviso que la vecina dio a la comisaria sobre el maltrato al niño que escuchaba a diario?
De similar forma hoy asistimos, gracias a la incandescente cobertura periodística que se le ha otorgado al caso Baez Sosa, a escuchar a muchos vecinos de Zarate decir que era obvio que un desenlace así iba a ocurrir. Que en la ciudad todos sabían de la violencia sin límites que estos jóvenes cometían frecuentemente, cual manada sin ley. Hasta se ha escuchado el testimonio de un ex compañero del club de rugby (no confundir el valor educativo y social del deporte con una institución sin reglas) que decidió no pertenecer más a este grupo radicalizado por la fuerte mordedura que uno de ellos le propino en sus glúteos, como gracia, dejándole secuelas por días.
Nuevamente nos debemos interpelar, los testigos de estos actos contra natura de “una colectividad civilizada”, ¿por qué no actuaron? Seguramente es más sencillo, requiere menos esfuerzo y exposición el “no te metas”, deja que otro se ocupe. De lo contrario volvemos a pensar en la ausencia de empatía, el miedo, la naturalización de la agresión, que las normas de convivencia solo existen para el marco normativo de la sociedad de otros, no para mí ni los míos.
"Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”
Edmund Burke
¿Dónde se encuentra hoy la sociedad argentina? ¿Seguimos siendo homo sapiens o asistimos a una degradación social que nos involuciona y emparenta con el neandertal?
Jorge Contenti
@Fundacion Andes