LA CAMPANA DE LA LIBERTAD


Por Alejandro Marchionna Faré (*)

 

Un evento familiar me llevó recientemente a visitar Filadelfia, ciudad tranquila y refinada de los EE.UU. pero no por ello menos pròspera. Definitivamente alejada del tumulto y del frenesì que caracteriza a Nueva York.

 

Uno de los hitos a visitar en la ciudad es la Campana de la Libertad, para cuya conservación se ha construido un impresionante pabellón en el Centro Constitucional Nacional. La Liberty Bell fue fundida en 1751 para celebrar el 50 Aniversario de la Carta de Privilegios otorgada por William Penn a los habitantes de Pennsylvania, la colonia que él fundó para asegurar la libertad de los cuàqueros. La siguiente frase de la Biblia està grabada en su superficie: “Proclamen la Libertad en toda la tierra para todos sus habitantes”. Funcionò como campana entre 1753 y 1846; en la década de 1830 comenzò a ser utilizada como símbolo de la campaña anti-esclavista. La campana fue trasladada en 1777 a Allentown para que no cayera en manos de los británicos, quienes seguramente la hubieran fundido para fabricar cañones.

 

La visita me hizo pensar que tanto la libertad como la institucionalidad están hoy amenazadas por distintas fuerzas en el mundo. En los propios EE.UU. la política industrial del presidente Biden y la intempestiva visión política de Donald Trump generan cuestionamientos sobre el futuro de su modelo económico y su democracia. En la Unión Europea crecen los partidos de una derecha nativista que amenazan con cercenar las libertades y la pacífica convivencia que en estas décadas han constituido un faro de atracción para los países que no pertenecen a la Unión y para individuos en otros continentes que aspiran a compartir esa atmòsfera y la prosperidad que conlleva. Gran Bretaña enfrenta un período en que el Laborismo piensa dedicarse a combatir al capital.

 

En Africa y en Asia campean las dictaduras, siendo la estrella la dinastìa de Corea del Norte. En Amèrica Latina miramos pasmados lo que sucede en Venezuela, Nicaragua y Cuba, por citar los ejemplos más evidentes. Dos colosos como China y Rusia tienen regímenes autoritarios, dictatoriales.

 

En estas semanas la Fundación Libertad y Progreso, think tank liberal argentino, realizó unas jornadas bajo el título de “El renacer de la libertad en la Argentina y en el mundo” en el hotel Hilton de Buenos Aires, con el apoyo fundamental del Cato Institute, think tank libertario de los EE.UU. Hubo una gran variedad de expositores y bastante originalidad en los enfoques que presentaron, lo que deberìa llevar a quienes vivimos en el mundo de las empresas a reflexionar sobre la evolución de las ideas de la libertad que impactan en el entorno en el que trabajamos todos los días.

 

Y es que en el fondo, una vez más, la Argentina parece ir un poco a contracorriente de las tendencias que mencionaba previamente. La campana de la libertad está amenazada en muchos frentes en este mundo de 2024. No por nada el presidente Javier Milei es una figura popular entre quienes quieren que la campana suene firme y clara para refirmar esos principios.

 

Las ideas de la libertad generaron la prosperidad de la Argentina a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, época de la mayor riqueza en el imaginario del país. Se puede discutir la sustentabilidad del modelo que generó y el grado de distribución de dicha riqueza. La situación a mitad del siglo XX no era ni peor ni mejor que en otras sociedades que cuando decidieron generalizar la distribución de los frutos del sistema no dejaron de apostar por la economía de mercado para producir prosperidad.

 

Dos veces en los años 70 y 90 se apostò en el país por seguir modelos con elementos del liberalismo pero en condiciones políticas o en aplicación parcial de una verdadera economía de mercado. El momento de hoy es el resultado de un profundo desencanto por los resultados que produjo el estatismo, el capitalismo de amigos y la protección a empresarios prebendarios. Es también la consecuencia de observar países vecinos como Chile con sus altibajos pero evolucionando en una dirección clara.

 

Nuestra responsabilidad como dirigentes de la sociedad es que no se pierda el impulso que reclama libertad para la iniciativa privada y la defensa de la propiedad. Al mismo tiempo, debemos trabajar para asegurarnos de que se conserve el espíritu republicano y la defensa de las instituciones que pueden garantizar la reimplantación de una forma de vida que asegura la sana convivencia, la prosperidad y sus beneficios para una cada vez más amplia franja de la sociedad argentina.

La campana de Filadelfia no parece inspirar al mundo como lo ha hecho en otras épocas.

 

(*) Presidente de la FUNDACIÓN ANDES